domingo, 9 de octubre de 2011

Edificio de viviendas en Alameda de Urquijo, los maravillosos años 30

Los años treinta fueran una década para el olvido, triste corolario de la crisis de 1929, y feroz ensayo de lo que luego sucedió en los cuarenta. Pero esos años broncos fueron también triunfales para la arquitectura del ensanche, con una sucesión de obras magníficas producidas por la mejor generación de arquitectos que ha conocido Bilbao.

Cuando el talento y la creatividad, como a veces el amor, están en el ambiente, hasta los encargos más anodinos muestran inspiración. Una sencilla medianera en la Alameda de Urquijo permite recrear a Anastasio Arguinzóniz (1934) un juego de volúmenes curvos y líneas horizontales que insinúan movimiento y dirección, frente la estatismo de las fachadas colindantes.

El acrisolado y simple racionalismo de este edificio, como tantos otros de su estilo, no necesita sucumbir a la erótica del diseño para ofrecernos la emoción más pura que puede dar la arquitectura, la elegancia.

Edificio de viviendas
Alameda de Urquijo 54

sábado, 8 de octubre de 2011

Teatro Campos Elíseos, la sabiduría de la contención


El modernismo garrapiñado de la fachada del Teatro Campos Elíseos ha propiciado entre los bilbaínos el apelativo popular de “La Bombonera”. Y como los bombones, este es un edificio que hay que degustar con tiento.

El crujiente chocolate blanco que recubre el teatro puede llevarnos al empalago como cuando al abrir una caja de bombones, cruzamos esa línea invisible que separa el placer o el premio merecido de la más miserable intemperancia.

La exposición prolongada al modernismo puede producir efectos similares al abuso del chocolate. Afortunadamente la geografía bilbaína nos ofrece los oportunos cortafuegos; la poco frecuentada calle Bertendona convierte las visitas al teatro en algo esporádico y sujeto a las leyes del azar, también, la escasez de modernismo en Bilbao hace que un encuentro fortuito con La Bombonera sea una experiencia inusual y placentera.  

Alfredo Acebal y Jean Baptiste Darroguy (1902) nos han dejado un dulce legado, para que los bilbaínos lo degustemos con inteligencia.

Teatro Campos Elíseos
Calle Bertendona

martes, 4 de octubre de 2011

Edificio de viviendas en Ercilla, marinero en tierra

Edificios como el de la calle Ercilla de Rafael Fontán (1943), son de los que convierten a sus autores en algo más que una nota a pie de página en la historia de la arquitectura bilbaína.

El fino racionalismo de Fontán tiene ese aire naval, casi de ingeniería, que comparten muchos de los mejores ejemplos de la escuela racionalista. Las curvaturas y el predominio de líneas horizontales nos trasladan a las despejadas cubiertas de los grandes transatlánticos de la Cunard de la primera mitad del siglo XX. Los pasamanos de tubo metálico ahondan en ese efecto y nos ofrecen un asidero firme en los días de viento duro del nordeste.

El ángulo agudo de la planta configura la proa del edificio que queda rematada en la cabina-torre del piloto. Todo el conjunto transmite una sensación de movimiento  plácido e ineludible, cuyo destino final, tal vez solo lo supo aquel arquitecto marítimo y sensible que fue Rafael Fontán.

Edificio de viviendas en Ercilla
Ercilla 43

domingo, 2 de octubre de 2011

Chalet de Luis Allende, últimas tardes en La Habana

La desenvoltura de Leonardo Rucabado en la preparación de platos de alta arquitectura montañesa, alcanza la gloria en el barrio de Indautxu. El aderezo principal del Chalet de Luis Allende (1910) es el sabor de las casas de indianos que jalonan Cantabria.

Rucabado replica con gracia todos los elementos de aquellos palacetes que eran el trofeo de emigrantes regresados a sus pueblos de la niñez después de hacer las Américas, y dispuestos a mostrar a sus vecinos, que dentro de los baúles traían algo más que buenos recuerdos.

El juego de la ostentación de aquellas casonas comienza con la entrada a través de grandes portalones y con los escudos de dudosa heráldica. La fanfarria continua con los potentes aleros, entramados de vigas de madera y la culminación con una arrogante torre en esquina que grita “yo lo conseguí”. Los soportales tal vez añaden el recuerdo de suaves atardeceres de habanos y ron en Cuba o Venezuela. Quizá por eso, la palmera no suele faltar en la recreación de aquellos momentos memorables.

Esa idea de la arquitectura, como vehículo de exhibición de riqueza, sigue vigente aunque con otros sabores. Pero el caso concreto de las viviendas de indianos ya es historia. Por eso, los edificios vecinos que asfixian este palacete de Rucabado, nos lo terminan exhibiendo como en la gigantesca hornacina de un museo.

Chalet de Luis Allende
Simón Bolivar 1 - Indautxu