martes, 7 de agosto de 2012

Edificio Sota, Casa Usher


En algunas culturas primitivas, ciertos objetos se consideran dotados de alma y son temidos o venerados según la ocasión. Ese animismo antiguo abunda en la literatura de horror anglosajona y los edificios con atmósferas turbadoras o directamente maléficas aparecen desde la época de esplendor del relato gótico.

 Manuel María de Smith nos ha legado una obra monumental de estilos dispares, pero cuando incide en el medievalismo o en el historicismo inglés, el resultado muestra con frecuencia la desazón morbosa y solapada de los cuentos de fantasmas de Henry James.

 El Edificio Sota de Gran Vía (1919) participa de este juego de alusiones preternaturales, más con el talante suave de una narración de Nathaniel Hawthorne que con el sombrío horror de Poe o de Chesterton, que nos habla de una torre cuya sola arquitectura era malvada. Pero, naturalmente, Smith le da su propia vuelta de tuerca al asunto.

 El estilo que emplea para crearnos un estado de desasosiego no es el inglés, ni tampoco el gótico, mucho más perezoso si se cae en el recurso fácil de las gárgolas siniestras. Por el contrario, emplea un regionalismo de apariencia inofensiva, concretamente el montañés, y lo retuerce volviéndolo barroco y combinándolo con la propia presencia masiva y abrumadora del edificio.

 Las torres y los inmensos pináculos sustituyen también con eficacia a otros elementos arquitectónicos más clásicos en este género de arquitectura para no dormir.



Edificio Sota
Gran Vía 45